Wednesday, January 04, 2006

medio kilo de piña en almibar después

MEDIO KILO DE PIÑA EN ALMIBaR DESPUÉS, me siento más triste pero más dulce; espero que esta noche Belén Esteban no venga a verme. Me pregunto qué huella dejará en mí la piña porque sé que la piña es de esas frutas que dejan rastro, no como yo que debo ser un lichi chungo, una chirimoya pochísima o cualquier fruta de sosísima ché (como la chufa). Deberá imponerme el propósito de dejar marca... en las caderas (como el chocolate de dulce ch), en los pulmones (como el chocolate de anestésica ch), en las cartucheras (como el chorizo de ch y de paprika), en el corazón (como los cuchillos de bisturérrima ch). Tengo que trascender sentimental en los y no inducir al olvido.................

Una llamada de teléfono después.
Estaba escribiendo, delirando de lo lindo con las letras, hablando de que no dejaba huella en los otros sino la marca que llama a la amnesia buscada, afirmando que sólo dejo la cicatriz que recuerda la necesidad de olvidarme y ha sonado el teléfono; he mirado la pantalla y he descubierto con sorpresa que los números se amalgamaban digitalmente como sólo lo hacen cuando la llamada viene de ultramar. Era el que se había impuesto borrarme, el que me había devuelto al limbo, quien ya nunca me había conocido a fuerza de inexistirme; quizá era un valiente de los que giran la cabeza y quería devolver la mía a los fotos recortadas, puede que me necesitara como amigo como yo le necesito. Banalidades, noticias, risas prudentes/vestigios de la complicidad perdida, orgullo (el mío) por saberme necesitado y orgullo (el suyo) derrotado ante la necesidad de necesitarme; sólo lo último o quizá todo era mentira. Tengo una deuda con él y de lo más terrenal: n dolares que son mucho más inolvidables que los besos que nos dimos. Parece ser que cuando la salde podremos ser amigos... pero creo que ya es lo único que nos une: la deuda. Quiere que salde la cuenta pendiente. No le puedo devolver las caricias, el amor y el tiempo que perdió queriéndome y quizá se merece ese giro postal lleno de "nuestras deliciosas boludeces"; enroscado en los billetes irán muchos trozos de mí que saldrán volando en cuanto los lave, los planche y los tienda al sol de Malabia. Compartirán tendedor con los calzoncillos que me dejé y que ya vencieron la tiranía de la pinza de quien no quería ni dejar secar los recuerdos al sol. Adios, adios, adios, adios, adios, adios, adios, adios. Nunca quisé que me olvidaras y nunca imaginé que desearas tanto hacerlo. Te pagaré para que me olvides y te daría millones si te acordaras de mí. adios. adios.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home